jueves, 14 de enero de 2010

Valencia Siete nº4

LA QUINTA COLUMNA


NO RESUCITEMOS LA BATALLA


Parece que como le vendemos a Venezuela lo más granado de nuestro material aéreo, naval y militar, se nos caen los helicópteros. Y más si dentro va la plana mayor del partido de líder (por tamaño y porque ninguna opción política más ejerce como tal) de la oposición. Sí, sí, ese partido que no es que remonte las encuestas, sinó que supera al partido sustentador del actual gobierno tanto en el CIS, como en el pulsómetro de la SER, como en La Vanguardia, como en la del Instituto Noxa (propiedad de un antiguo asesor del expresidente González...). Y ya no hablemos del abismo que por estos lares separa al Presidiente Camps del aspirante Pla...
Pero no nos encendamos, que estas fechas navideñas convidan al reposo y al sentimiento. O no. La intención de este quintacolumnista era y es el proseguir con la temática iniciada en esta página la semana pasada, a saber, la prospección particular a los conflictos de nuestra identidad patria y su peligrosa relación con la resurrección de ciertos grupúsculos sustentadores de nuestra convivencia civil.
Y va a ir de manifestaciones. Si hace siete días me centre en la gloriosa del Nou d’Octubre de 1979, hoy vamos a recuperar la del trece de junio de 1998, verdadero nacimiento de Coalición Valenciana y principio del fin de toda esperanza vertebradora de una opción valenciana y valencianista, rigurosa y centrada. Con la ayuda de la entonces ínclita directora de Las Provincias (ahora resucitada como polemista para enfrentarse a Mª Antonia Iglesias en mi adorado Parlem Clar) se organizó esta macromanifestación en defensa de lo nostre, que borró del mapa todos los experimentos foráneos que cada año nos regalaba Acció Cultural o el Bloc de Progrés. Como también sentenció de muerte la labor de una década a favor del pacto lingüístico auspiciado por ciertos sectores teóricamente enfrentados en la trifulca valenciana aireada desde la transición. También se esfumaron todos los esfuerzos encaminados a conseguir que las dos formaciones políticas autóctonas acercaran posturas y se plantearan colaborar electoralmente (y así lo pagaron y lo pagamos todos, consiguiendo los unionistas el 4’8% i los upeveros el 4’6% -doscientos mil valencianos sin representación en las Corts Valencianes).
Dos décadas y estamos como estábamos. Sólo exceptuando la puesta en marcha de la Acadèmia Valenciana de la Llengua como organismo propio regulador de nuestra lengua y desactivador de una guerra lingüística que nos a atenazado durante años, pues la vida sigue igual. Aún con el Estatut reformado y agrandado, persiste con más fuerza que nunca esa manipulación visceral del orgullo per la terreta. Y para más INRI encabezada por unos especímenes reunidos en la susodicha CV que utilizan y se aprovechan de ciertas heridas aún no acabadas de cicatrizar para alguna parte de la sociedad valenciana, para sacar a pasear al muerto, es decir, a todos los fantasmas, complejos y autoodios sobre nuestra identidad como Pueblo Valenciano. Y eso es lo que me veo en la obligación de poner en solfa. Y denunciar y desenmascarar, que para eso estamos. Els fills de la morta viva, como dijo Constantí Llombart –desde aquí mi humilde contribución a la celebración de su aniversario-. Adéu!

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