jueves, 15 de julio de 2010

Valencia Siete nº32

LA QUINTA COLUMNA

BALANSIYYÁ


Asistí gustoso, como siempre lo hago, a la invitación que mi amigo Jaime El Justo me ofreció para el estreno mundial de “Balansiyyá”, el musical que la Generalitat ha producido sobre Jaume I y la conquista del Reino de Valencia, y que disfrutaremos los ciudadanos valencianos como antesala de la Copa América en 2007. Antes habrá recorrido Rabat, Jerusalén y la Gran Vía madrileña. Su mensaje de fraternidad y concordia entre las tres grandes religiones, aderezado históricamente con la creación del Reino cristiano de Valencia, partiendo del pacto y el acuerdo con la Taifa musulmana de Valencia recreada como Balansiyyá, está muy conseguido y muy en boga ante los tiempos que corren de alianzas civilizadoras y talantes dialogantes.
El aforo fue de lo más variopinto, yendo desde Juan Lagardera a Bernardo Guzmán, pasando por políticos, artistas, empresarios y cupletistas. Y hubo un comentario generalizado, que Blasco ya era conseller en 1273, ya que el Rey En Jaume ya tenía a un Blasco (éste de Alagón) como su máxime asesor. Por lo demás, un buen intento serio y riguroso de bautizarse en el difícil género del musical. Desde aquí les deseamos buena suerte en su embarque madrileño e internacional.
Nuestra Generalitat y sus gestores culturales (yo pienso que más que éstos, se trasluce la impronta del President Camps y su empeño en invertir en la tan necesitada autoestima identitaria valenciana) lleva ya dos grandes producciones artísticas en su afán de promocionar a la Comunitat Valenciana por el mundo gracias a la cultura. Primero fue el Tirant lo Blanch de Vicente Aranda, largometraje de nivel reivindicador de nuestra novela por excelencia, fruto de un siglo de oro de las letras valencianas inconmensurable. Y ahora es un gran musical sobre nuestro padre patrio Jaume el Conqueridor y nuestro nacimiento como Pueblo Valenciano. Nada más y nada menos.
Sólo un pero. Y doble ya que se puede aplicar a las dos iniciativas. Nos quedamos cortos, como buenos valencianos que somos. No hemos puesto toda la carne en el asador para que estas dos realidades artísticas y culturales pasen de ser consideradas correctas a que sean aceptadas como grandes eventos. Nuestra vertebración, créanlo así, necesita de superproducciones. Tenemos tan tocado el orgullo y la estima de valencianidad que nos conviene siempre ración doble. Y para nuestra conciencia como sociedad con identidad propia hace más un buen peliculón legendario o un grandioso musical al estilo de Broadway que la ciencia sociológica o la historia contemporánea. Se lo juro.

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